Este tema fue compartido en la reunión del mes de abril de este año 2017, esperamos que sea de bendición para sus vidas como lo ha sido para cada miembro que ha asistido, así que comenzamos.
En cierto momento, cada uno
de nosotros define su postura con respecto a tres asuntos fundamentales.
Primero, decidimos el papel que Dios y la religión tendrán en nuestra vida.
Segundo, escogemos la carrera o profesión con que nos ganaremos el sustento
diario. Tercero, resolvemos si nos casaremos o no y quién será la persona con
quien formaremos un hogar.
A medida que avanzamos en la
vida, seguimos haciendo decisiones.
¿Dónde estudiaremos y qué
título obtendremos? Al completar los estudios, ¿buscaremos empleo o
trabajaremos de manera independiente? Si nos casamos, ¿tendremos hijos o no? ¿Y
cuántos?
Como cristianos, queremos
hacer la voluntad de Dios cada vez que nos encontramos frente a decisiones
significativas. Cuando hablamos con el Señor en oración, a menudo repetimos las
palabras del Padre Nuestro, que incluye esta petición:
Hágase tu voluntad, como en
el cielo, así también en la tierra (Mateo
6:10)
¿Qué nos
enseña la Biblia acerca de la voluntad de Dios?
La palabra “voluntad” tiene tres significados básicos, que
se aplican tanto a Dios como a los seres humanos.
Voluntad: la capacidad
y el poder de elegir.
Dios posee la capacidad de
decidir y la ha ejercido siempre. En cierto momento decidió crear el universo y
poblarlo con seres inteligentes. También escogió ordenar este planeta y crear a
Adán y a Eva para vivir en él.
Dios nos creó con la
capacidad de tomar decisiones, lo que constituye una parte importante de haber
sido formados “a imagen de
Dios”. De ahí que podemos elegir obedecerle o desobedecerle con
consecuencias previsibles. (Ver Deuteronomio 30:15, 19, 20; Apocalipsis 3:20.) Dios
respeta y protege nuestra libertad individual de escoger. Él
anhela que, al tomar decisiones, elijamos bien y de esa manera desarrollemos
nuestro carácter.
Voluntad: el deseo de
realizar algo o de alcanzar un objetivo.
Dios, cuyo carácter es
perfecto amor y perfecta justicia, siempre desea lo bueno para sus criaturas
(Jeremías 29:11) y nunca se siente inclinado hacia el mal (Santiago 1:13). Los
seres humanos también sentimos el deseo de realizar algo o de alcanzar un
objetivo en la vida. Con frecuencia, por causa del pecado que nos afecta,
elegimos actuar de manera egoísta y perjudicial. El apóstol Pablo era
consciente de su inclinación al mal: “No hago lo que quiero, sino lo que
aborrezco, eso hago” (Romanos 7:15, 20).
Voluntad: propósito
firme, determinación o plan.
Pablo se refiere al plan de
Dios, quien “hace todas
las cosas según el designio de su voluntad” (Efesios1:11). Su
plan de salvación, por ejemplo, fue diseñado antes de la creación del mundo (1
Pedro 1:18-20). Dios conoce el día y la hora en que Cristo regresará en gloria
a este mundo (Mateo 24:26, 27).
Uno de los temas más
interesantes para los cristianos es reflexionar sobre cómo Dios llevará a cabo
su plan de acuerdo con su voluntad soberana, mientras permite que cada ser
humano ejerza su libre albedrío. Esto inspiró al apóstol Pablo a exclamar: “¡Oh profundidad de las riquezas de la
sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e
inescrutables sus caminos!” (Romanos 11:33).
¿Por qué es
importante seguir la voluntad de Dios?
En nuestra condición natural no nos
interesa ni nos importa conocer la voluntad de Dios. Sin embargo, Dios anhela que cambiemos
nuestra actitud. Quiere ser nuestro Salvador y nuestro Amigo. Desea que le
conozcamos, amemos y obedezcamos, para que nos vaya bien en la vida. El apóstol
Pablo nos anima a volvernos especialistas en conocer la voluntad de Dios (Efesios
5:16, 17). Si la obedecemos, nos asegura que pasaremos la eternidad en su
compañía (Mateo 7:21; 1 Juan 2:17).
Satanás procura que
permanezcamos separados de Dios y en rebelión contra él. Y aunque hayamos
decidido obedecer a Dios, Satanás sigue intentando que le desobedezcamos. Este
proceso de prueba se conoce con el nombre de tentación y es permitido por Dios.
Mediante el Espíritu Santo, Dios nos invita a que alineemos nuestra voluntad
con la suya.
Dios desea que nada afecte nuestra capacidad de
elegir consciente y libremente entre obedecerle o desobedecerle. Por eso nos
aconseja que mantengamos el cuerpo libre de sustancias que disminuyen nuestra
capacidad de razonar.
Nada debe impedir que escuchemos
con claridad la voz de Dios en nuestra conciencia.
Dios ha establecido condiciones
básicas para conocer
su voluntad para nuestra vida.
1- Confianza en que Dios existe.
Que es bueno y justo, y que desea lo mejor para
nosotros (Hebreos 11:6).
2- Obediencia: Decidir obedecer a
Dios en todo aquello en que ya haya revelado su voluntad para nosotros.
Esto requiere desterrar de nuestra vida todo pecado
conocido. Dice el salmista: “Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad,
el Señor no me habría escuchado” (Salmo 66:18).
3- Sumisión: Estar dispuestos a
obedecer lo que Dios nos revele de su voluntad.
Esto requiere una actitud especial, porque nuestra
tendencia natural es decirle al Señor: “Muéstrame tu voluntad y después déjame
que decida si la voy a obedecer o no”. Se cuenta que un joven elevó a Dios una
oración parecida: “Señor, quiero servirte como misionero. Estoy listo a ir a
cualquier parte que tú me envíes, con tal que el sueldo sea bueno y el clima
agradable”.
¿Cuáles son
los siguientes pasos en la voluntad de Cristo?
Existen cinco factores que
nos ayudan a conocer la voluntad de Dios:
1. La Biblia:
En este libro inspirado Dios
comunica su voluntad para todos los seres humanos de todos los tiempos. La Biblia nos provee
instrucción específica sobre la voluntad de Dios. También encontramos en ella
ejemplos sobre las bendiciones de la obediencia y los tristes resultados de la
desobediencia. Por eso nos conviene estudiarla cada día.
Pablo dice que en las
Escrituras podemos hallar todo lo necesario para vivir una vida digna y
alcanzar la vida eterna (2 Timoteo 3:15-17). Los cristianos encontramos en los
Diez Mandamientos (Éxodo 20:3-17) los grandes principios morales que definen
nuestra relación con Dios y con nuestros semejantes (Lucas 10:27).
2. El Espíritu Santo:
Dios se comunica con nosotros
mediante el Espíritu Santo hablando a nuestra conciencia. El Espíritu Santo es
Dios mismo apelando a nuestra voluntad (Isaías 30:21). Sin embargo,
la conciencia no es siempre ni necesariamente la voz de Dios, porque puede
estar deformada o cauterizada.
Hay momentos cuando
escuchamos la voz del Espíritu de Dios con más claridad. Esto sucede cuando oramos y
permanecemos silenciosos aguardando la respuesta de Dios. También ocurre cuando
estudiamos un pasaje de la Biblia, meditamos sobre su significado y le pedimos
al Espíritu Santo que nos enseñe a aplicarlo a la vida. Es el Espíritu Santo
quien nos hace entender las verdades espirituales (Juan 16:13) y nos capacita
para hacer lo que Dios desea (Filipenses 2:13; Hebreos 13:20, 21.
3. Los eventos de la
vida:
Dios nos ayuda a discernir su
voluntad al interpretar con sabiduría lo que nos acontece. Cuando tomamos una decisión
que nos parece correcta y avanzamos en cierta dirección, Dios con frecuencia
abre o cierra las puertas de la oportunidad delante de nosotros. Por ejemplo:
Solicitamos admisión en tres universidades y una de ellas nos acepta y además
nos ofrece una beca. En la Biblia Dios utiliza los eventos para llevar adelante
su plan. Cuando los hermanos de José están a punto de matarlo motivados por la
envidia, una caravana de mercaderes pasa cerca de ellos en el momento oportuno
y lo compran como esclavo (Génesis 37:12-28).
Durante uno de sus viajes
misioneros, el apóstol Pablo decide dirigirse a una región de Asia Menor para
predicar el evangelio, pero el Espíritu Santo le impide hacerlo y en cambio lo
guía hacia Europa con ese fin (Hechos 16:6-10).
En cada caso, sin embargo,
debemos interpretar los eventos y las circunstancias asegurándonos de que no
contradicen los principios de la Biblia y que coinciden con la orientación del
Espíritu Santo.
4. Consejeros
cristianos:
Personas de experiencia y
buen juicio que pueden ayudarnos a aplicar los principios de la Palabra de Dios
a nuestra vida. Cuando estamos frente a una decisión
importante, nos beneficiaremos mucho al escuchar el consejo de quienes nos
conocen bien, como nuestros profesores y mentores (Proverbios 11:14). Nuestros
padres, si son cristianos, también pueden orientarnos con sabiduría (Proverbios
23:22).
El diálogo con personas de
experiencia ofrece la ventaja de que pueden evaluar nuestra situación con
cierta objetividad. Además, pueden hacernos preguntas que aclaren nuestro
pensamiento y sugerir opciones que no habíamos considerado.
5. La reflexión
personal:
Evaluamos con oración los
cuatro factores anteriores y tomamos una decisión. Ahora que hemos satisfecho
las tres condiciones –confianza en Dios, obediencia a su voluntad y sumisión a
lo que él nos indique– integramos los cuatro factores. Tomamos en cuenta los
principios bíblicos, las impresiones del Espíritu Santo, el sentido de
dirección que nos indican los eventos y el consejo de personas en quienes
confiamos. La lista titulada “Antes de tomar una decisión importante” puede
ayudarnos en el proceso.
Esto es esencial, porque no
debemos confiar demasiado en nuestro juicio, que con frecuencia es parcial y
limitado: “No te apoyes en tu propia prudencia. No seas sabio en tu propia
opinión” (Proverbios 3:5, 7), aconseja Salomón. A pesar de haber tomado
cuidadosamente estos cinco pasos, es posible que cometamos errores y hagamos
decisiones incorrectas. Pero Dios es paciente con nosotros (Salmo 103:13, 14).
Debemos pedir perdón, volver atrás y comenzar de nuevo el proceso.
Conclusión
Durante su ministerio, Jesús
cuenta el relato de un hombre rico que confía su fortuna a varios de sus
empleados y después de un tiempo les pide cuentas.
Dios nos ha confiado vida,
talentos, oportunidades y opciones para la acción. Su promesa es segura: “Este Dios es Dios nuestro eternamente y
para siempre; él nos guiará aún más allá de la muerte” (Salmo
48:14). Por eso, cuando hacemos frente a una decisión importante y queremos
conocer la voluntad de Dios, podemos orar como David: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón;
pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y
guíame en el camino eterno” (Salmo 139:23, 24).